Lo primero que hace es sacar un cerebro del bolso y ponerlo encima de la mesa. Un cerebro femenino, me cuenta; de plástico, claro. Y así, con este amasijo rosado entre las dos, llevamos a cabo la conversación. Resulta curioso ver cómo esta neuropsiquiatra de California lo acaricia, lo monta, lo desmonta. Algo así como un icono de su libro «El cerebro femenino» (RBA), cuyas aseveraciones han revolucionado a medio mundo. En esencia, lo que la doctora ha querido mostrar es que las diferencias neuronales entre el cerebro de los hombres y el de las mujeres, amén de la influencia hormonal, son tan determinantes que se responsabilizan del comportamiento de cada cual. No existe un cerebro «unisex «. Y, puesto que son distintos, las conductas en la vida también lo son.
El libro es fruto de sus investigaciones en neurobiología en Berkeley, su formación médica en Yale y su preparación como psiquiatra en Harvard, pero, sobre todo, de los miles de expedientes clínicos de mujeres que han pasado por su consulta. En él aprendemos por qué para las mujeres el mejor día del ciclo es aquel en que suben los estrógenos y baja la progesterona, por qué oler un bebé despierta nuestras feromonas o que urge apaciguar la amígdala de una adolescente si queremos evitar que caiga en desordenes alimenticios. Que la mujer está genéticamente programada para garantizar la armonía social y solucionar conflictos, que los hombres poseen una capacidad superior para la acción. Nos descubre, incluso, que un hombre enamorado, aunque no tenga a su amada delante, es capaz de «sentirla» por efecto de la vasopresina, que la testosterona hace disminuir la conversación y que la primera reacción del cerebro masculino ante una emoción es evitarla a toda costa.
Brizendine, fundadora en 1994 de la Women’s and Teen Girls. Mood and Hormona Clinic, vive en la bahía de San Francisco junto a su marido y su hijo. Al finalizar la entrevista, el traductor confiesa a Louann: “Con lo que ahora sé me ha hecho usted un hombre nuevo”.
Oiga, yo tampoco entendí nunca por qué a las mujeres les gustaba ir de dos en dos al servicio.
¿Sabe que eso era lo que más intrigaba a un grupo de chicos adolescentes con los que hicimos un estudio? Tenían 15 años. La respuesta es: las chicas van al baño para hablar. Pasarse secretos es algo que a las mujeres les produce un placer, flujo de dopamina y oxitocina, solamente comparable al orgasmo.
¿Y qué les preguntaron las quinceañeras a los chicos?
“¿Preferís las chicas con vello púbico o sin él?” Ellos contestaron mayoritariamente que sin, querían que pareciera que habían visto mucho mundo. Creo que salieron todas corriendo a depilarse…
¿Es cierto que todo cerebro es femenino hasta las ocho semanas de gestación?
Si. Todos nacemos con cerebro de mujer, pero a las ocho semanas se produce un cambio. Se vuelve masculino si disminuye el centro de comunicación, reduce el córtex de la audición y hace dos veces mayor la parte del cerebro que procesa el sexo. Los pequeños testículos aparecen y empiezan a bombear testosterona. Sazonan el cerebro con ella. El cerebro femenino, en cambio, queda protegido.
Un hombre podría decirle que por qué no invierte el planteamiento. “Todo cerebro es masculino hasta que, en la octava semana, si sigue siéndolo, evoluciona, y si es femenino, se estanca”.
No. Porque ya todos los científicos saben que el esquema por defecto del cuerpo, en la naturaleza, es siempre femenino. La aparición de la testosterona es lo que provoca el cambio en lo que llamamos circuitos. Si no apareciera eso, el cuerpo resultante sería siempre femenino.
Entiendo que hemos cambiado los postulados feministas. En los años sesenta lo que se llevaba era decir que hombres y mujeres éramos iguales. Hoy, lo correcto es lo contrario: aclamar que “somos distintos”.
En mi época joven, cuando éramos estudiantes feministas de primera ola, era necesario remarcar que no había diferencias porque hasta entonces se consideraba a la mujer inferior al hombre. Con esa excusa nos dejaban fuera del mercado de trabajo, de la jerarquía, del poder. Por eso queríamos que todo fuera unisex.
Pero el cerebro no es unisex.
Las neurociencias han progresado en las últimas décadas de modo espectacular. En los años setenta ya empezamos a descubrir esas diferencias. Yo estaba dividida: la política me decía una cosa; la neurología, otra. Por eso las neurólogas somos precavidas.
Tal vez tengan “miedo demagógico”. ¿No incurrimos en el mismo error que los machistas si definimos nuestra diferencias para concluir que las mujeres somos mejores?
Por eso yo siempre digo que, sencillamente, somos distintos. Y por eso ahora estoy escribiendo un nuevo libro: “El cerebro masculino”. Nosotras intuimos mejor, pero ellos actúan mejor. Hace años que los criminólogos recurren a mujeres por la perfección de sus dictámenes. Pero ahora ya podemos decirlo, ahora ya hemos alcanzado lo que nos correspondía, ya podemos salir del armario y explicar nuestra realidad biológica sin miedo a que nos lo nieguen todo.
¿Es cierto que un hombre no se da cuenta de que algo anda mal hasta que ve llorar a alguien?
Eso partió de un experimento. Se mostraban imágenes de rostros a hombres y mujeres. Los hombres sólo decían “está triste” cuando aparecía alguien con lágrimas en los ojos. Las mujeres detectaban cuatro o cinco fotogramas antes lo que iba a ocurrirle a esa persona. El 90% de ellas sabía que algo le preocupaba, sólo el 30% de hombres lo intuyó. Por eso algunos hombres creen que sus mujeres les leen, y es cierto, les adivinan.
Algunos reclaman un manual de instrucciones para entendernos. ¿Les servirá su libro?
Lo necesitan. Mire, mi marido es neurocientífico, un hombre muy majo, pero… me dijo: «No hace falta que dediques un capítulo específico a los sentimientos». «¿Qué?», pensé. ¡Yo no podía concebir mi libro sin ese capítulo!
¿Qué deberían hacer los hombres para acertar?
Si mi marido me ve preocupada, inmediatamente intenta hacer algo, arreglarlo. Se pone en acción. Pero, por favor, ¿por qué no habla antes? ¿por qué no me pregunta? Yo necesito sus palabras. Por eso un día le dejé en el ordenador una nota: “Antes de resolver mis problemas, primero dime: ‘Cariño, ya veo que estás mal’.” No verbalizan, no te lo dicen nunca.
“¿Para qué voy a decirle que la quiero si ya lo sabe?”, ¿no?
Una frase masculina muy recurrente. A las mujeres que llegan a mi consulta les pregunto: «¿Qué debería hacer él para indicarte que te ama?». «¡Decirlo!» Le pregunto a él: «¿Qué debería hacer ella para indicarte que te ama?». «¿Te soy sincero? Irse a la cama conmigo».
¿Cuántas veces más al día piensan ellos en el sexo?
Aproximadamente el triple que nosotras, sobre todo si son jóvenes. Excepto los tres días antes de la ovulación. Entonces, nosotras tenemos más interés sexual, nos acercamos a ellos, bajamos el escote y nos pintamos los labios.
Una mujer puede recordar los menores detalles de una cita, aunque hayan pasado años, y puede que ellos apenas recuerden si sucedió.
Bueno, ha elegido usted uno de los aspectos más importantes de todo el libro: la memoria de los sentimientos. Lo único que ellos recuerdan es si estabas atractiva o no. Ya es algo. Pero no les preguntes por la fecha, si llovía o cómo era la alfombra. Nosotras pensamos: .Si no se acuerda de esos detalles del encuentro, es que no fue importante para él.. ¡No se apuren!, es sencillamente que su química cerebral no les permite afinar tanto. La parte más grande del cerebro femenino es el hipocampo, el encargado de la memoria emocional detallada. Los hombres recuerdan más la noche de bodas que el día de la boda.
La cito: “Para las mujeres, los preliminares es todo lo que sucede durante las veinticuatro horas anteriores a la penetración. Para un hombre, es lo que ocurre tres minutos antes”.
Primero: a la mujer le gusta mucho el sexo. Importantísimo. Una vez dicho esto, si una mujer se ha peleado contigo por la mañana y no habéis hecho las paces, si anda pensando en la fiebre del niño, la compra del súper y la intendencia, ¡olvídate!, esta noche no hay sexo. Él, en cambio, utiliza a menudo el sexo como válvula de escape de sus problemas.
Si, como dice usted, la opción sexual ya se determina durante el desarrollo fetal, uno nace homosexual o heterosexual.
Exacto. También puedo decirle que los hombres tienen el doble de probabilidades de ser homosexuales que las mujeres. Y nadie sabe muy bien por qué.
¿Tampoco debemos dar muñecas a los niños y pelotas a las niñas para ser políticamente correctos?
¡Es que no hace falta! La opción sexual es genética, no social. Cuando yo tuve a mi hijo queríamos educar «niños sensibles», y así lo hice. Luego descubrí que no era necesario. Le contaré sólo el final de uno de nuestros experimentos: el niño al que dimos una Barbie le arrancó una pierna y empezó a usarla como espada. A la niña le dimos un camión. Lo cogió en brazos, lo arropó y dijo: «No te preocupes, camioncito, todo va bien». Él siguió eligiendo el juego de superhéroe, y ella, el de representar.
Pero más del 99% del código genético de hombres y mujeres es exactamente el mismo.¿La conducta, lo social, no afecta a las neuronas?
Claro. Tú no naces sabiendo tocar el piano. Pero si te van enseñando, la práctica genera en tu cuerpo más sustancias hormonales dirigidas a esa aptitud. Todo lo que enseñamos a los niños es importante porque cambia sus neuronas cerebrales.
Entre todo ese catálogo lleno de hormonas y emisiones de sustancias cargadas de virtudes, ¿cómo afecta a un ser humano tener atrofiada alguna?
Ese es uno de mis temas preferidos en endocrinología. Si a un animal le cambias las hormonas, cambia su conducta. En los humanos, ciertas deficiencias enzimáticas pueden alterar «lo femenino» y «lo masculino». Hay niñas que por generar demasiada testosterona se muestran más violentas, bruscas, son niñas poco femeninas que sufren hiperplasia congénita (HAC). También puede ocurrir que las células del cerebro de un niño no tengan receptores para la testosterona, aunque los testículos la produzcan. Será un niño con conductas más femeninas.
Enamorarse también es una enfermedad.
Es el estado biológico más importante en los humanos, uno de los más irracionales. Piense que los circuitos que activa son similares a los del drogadicto que ansía, desesperado, la siguiente dosis. Sus síntomas son similares a los iniciales en drogas como la cocaína o el opio. Muy similar a la psicosis, como dijo Freud.
¡Pero si usted también se ha cargado a Freud! Para él existían dos tipos de orgasmos –un orgasmo vaginal contrapuesto al clitoriano–, de modo que una mujer podía sentirse “incompleta” si sólo conseguía alcanzar el segundo.
Pues no existen dos tipos de orgasmo. La vagina está conectada con el clítoris, de modo que el orgasmo corresponde por completo a este único órgano, en sintonía con los centros cerebrales del placer. El clítoris es un cerebro por debajo de la cintura. Yo estudié psicoanálisis y creo que Freud ofrece parcelas muy válidas, pero erró en algunas cosas. Muchas de sus pacientes llegaron a su consulta por ser frígidas y las etiquetaron como si algo fallara en su personalidad. Ahora sabemos que, simplemente, si baja tu nivel de testosterona, no tienes ningún interés en el sexo, o si eres menopáusica y baja la oxitocina. No hay más misterio. ¿Para qué obligar a una mujer a pasar diez años en el sofá de un psicoanalista por algo que es normal en la naturaleza?
Cíteme una ventaja de ser mujer madura. ¿Se es más libre?
El cerebro se hace mucho más inteligente, eso ocurre en los dos sexos. Las células cerebrales cambian con cada estímulo y conforman la «sabiduría de los mayores». Si eres mujer, la menopausia te hace más libre del rol de madre y mejor líder de tu existencia. Un día te levantas y dices: «Quiero sacar más partido a la vida».
La puesta en marcha sexual de una mujer empieza por una desconexión del cerebro.
La mujer, para tener un orgasmo, debe desconectar la amígdala, sí.
¿Perdón?
Tienes que apagar la amígdala, que es el centro del temor y la ansiedad en el cerebro. La desactivas, es algo inconsciente, y tienes un orgasmo. Ayuda mucho apagar el móvil.
Dígame qué frase debería tener un hombre en la cabecera de su cama si quiere mejorar la relación con su mujer.
«Debo pasar por lo menos tres minutos sin resolver ningún problema. Pretender que soy interesante y preguntarle cómo está». En el sexo, quizás haya que decirle: «Deja que la mujer empiece, será gratificante para ti».
¿Y ella?
«Recuerda que el modo de que él entienda que tú le amas es que quieras hacer el amor con él». Él está cableado al deseo, no le acuses por eso, pero hazle ver que para ti lo interesante es hablar de sentimientos, los suyos y los tuyos.
interesante, eh?